La cruda historia de El Cordobés: «No le quería. Era otra boca que devoraría nuestra comida»

Con la excusa de conocer de cerca el fenómeno de Manuel Benítez “El Cordobés”, Dominique Lapierre se acercó a España y se enamoró de Andalucía. La revista Paris Match encargó al francés y a Larry Collins una investigación de unas semanas que se tradujeron en dos años de vivencias que quedaron reflejadas en un best seller que no para de reeditarse. La última vez, en 2011 por la editorial Planeta sin censura. Cuentan que Manuel Fraga, en Consejo de Ministros, pasó la tijera para quitar un tercio del texto que hoy ve la luz al completo. Es la cruda historia de El Cordobés.

El relato nace producto de una larga investigación que narra con detalle del a vida de El Cordobés desde su nacimiento en 1936, que coincide con el inicio de la Guerra Civil, hasta 1967 ya en la cumbre de la popularidad.

El libro se centra en la tarde del 20 de mayo de 1964. Manuel Benítez acaba de cumplir veintiocho años y está a punto de confirmar la alternativa en Las Ventas. España se había paralizado para ver al ídolo.

Había venido de ninguna parte. Solo un lustro antes de esta mañana de mayo, su nombre era únicamente conocido en los archivos de media docena de cárceles y en las listas de delincuentes juveniles del puesto de la Guardia Civil de su pueblo natal. Ahora, en el umbral de la más importante lidia de su carrera, aquel nombre era casi tan conocido en su nación como el del hombre que simboliza la España moderna, el Caudillo de todas las Españas, el general Francisco Franco.

Con la agilidad de un reportero y la descripción de un gran literato, ha presentado al personaje. Pero Dominique Lapierre entendió la tauromaquia, su idiosincrasia y comprendió a España. Solo así se puede cerrar el prólogo de esta forma:

A partir de aquella tarde en Ronda, los jóvenes pobres de Andalucía tuvieron un camino para huir del hambre, un camino que pasaba frente a los cuernos de un toro bravo en los atardeceres de verano de los días españoles. Son a millares los que siguieron este camino durante los dos siglos y medios transcurridos desde que Francisco Romero lo abrió con el revoloteo de su sombrero andaluz. A unos pocos los condujo a una riqueza y a una fama como no pudieron imaginar en sus sueños de mozos pobres. A la mayoría, los llevó a la desesperación y al dolor. Y a más de cuatrocientos hijos de España los llevó a la tumba. Toda la historia del toreo en unas líneas. De una sencillez que abruma, de una profundidad que arrolla.

Si una parte del libro habla de la tarde de la confirmación de alternativa con un Benítez en lo más alto, la otra es el testimonio de su hermana, Angelita Benítez, que sacó adelante al “Renco” desde que nació:

Lloré por mi hermano Manolo el día en que nació y todavía sigo llorando por él. (…) Éramos ya cuatro hermanos: Encarna, Pepe, Carmela y yo. Oía los gritos de mi madre. Después, oí llorar al pequeño. Entonces apoyé la cabeza y empecé a llorar también. No le quería. Era uno más a quien yo tendría que cuidar, porque era la mayor. Era otra boca que devoraría nuestra comida.

Su testimonio sirve de excusa para relatar los horrores de la guerra en Andalucía y, concretamente, en Palma del Río (Córdoba). El hambre, la necesidad. Y cómo se forjó un héroe cuyo único camino era el de la delincuencia y las cárceles provinciales.

Pero Benítez creía en él. Sin saber leer, tenía inquietud. Salió de la miseria. Antes de tomar la alternativa ya había rodado la película Aprendiendo a morir. A su lado estaba Rafael Sánchez “El Pipo” (del que ya hablaremos largo y tendido), el primer As del marketing que tuvo el toreo. Estaba rico. Y solo así cumplió la promesa que hizo a Angelita, su hermana, cuando salía de la habitación vestido de luces camino de una novillada cualquiera:

-Esta noche te compraré una casa…. o llevarás luto por mi.

Después, mi hermano pequeño, vestido con el traje de luces, se encaminó, escoltado por todo el pueblo, a su cita con los toros.

Brutal. Un libro de cabecera que, injustamente, no está en los primeros puestos de los rankings de los bibliófilos. Os lo recomiendo. Dominique Lapierre era todo pasión, fuerza, energía. Dedicó los beneficios de sus derechos de autor a la construcción de una clínica para curar a las víctimas más graves del envenenamiento por escape de gas en el accidente de Bhopal y a luchar contra la pobreza que él mismo relató en La ciudad de la alegría. Dominique llegaba al corazón de la gente.

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