Hubo un tiempo no tan lejano donde los aficionados se implicaban en los festejos taurinos de sus pueblos. La calle Victoria de Madrid hervía de comisiones taurinas en busca de taurinos para conformar los carteles de sus ferias. Jóvenes novilleros andaban al quite, viejos taurinos conocían el calendario de fiestas populares al dedillo para colocar a su torero. En definitiva, había ambiente de toros.
Las ganaderías de cada zona ponían a punto a sus novillos -gordos y lustrosos- para venderlos a buen precio y sacar rendimiento de sus carnes. Como saben, la tradición del toro grande y fuerte del Valle del Tiétar radica, ni más ni menos, en que los empresarios de aquellas plazas de talanqueras eran los carniceros del pueblo que tenían como negocio las amplias canales de las reses.
Hubo un tiempo no tan lejano donde los festejos taurinos se realizaban en las plazas de los pueblos. El núcleo central de las fiestas -geográfico, festivo y sentimental- se encontraba ahí, en el centro neurálgico, en el verdadero lugar de reunión de vecinos, jóvenes, mayores, aficionados o espectadores, que iban por inercia a llenar los improvisados tendidos en la plaza del Ayuntamiento.
Plazas de carros, de talanqueras o de palos. Recuerdo una deliciosa charla con Julián Maestro que tiene un magnífico artículo que os recomiendo. Con los Príncipes del Toreo, recorrió la España de los pueblos taurinos que, aún con toda su dificultad, recuerda hoy con cariño. También vivió en primera persona como los festejos taurinos salieron de las plazas de los pueblos cuando se comenzaron a construir plazas fijas en los extrarradios. Grandes moles de hormigón, muy cómodas y multifuncionales, pero que echaron al pueblo.
Aún así todavía se conservan lugares heroicos que viven alejados de las modas. Viajes donde la bohemia vence al interés periodístico. 14 de agosto. Fiesta en más de 1000 pueblos en España. En plena sierra de San Vicente, al norte de la provincia de Toledo, se levanta un pequeño pueblo que aún cultiva su arraigo popular: San Román de los Montes.
Y EN EL CENTRO, LA PICOTA
La plaza del Ayuntamiento se viste de coso taurino durante unos días al año. Los corrales están en unos soportales, el tendido se alza en todo el perímetro dotándolo de un encanto particular. Y el elemento principal de la plaza se encuentra en el ruedo: el rollo jurisdiccional adorna el ruedo convirtiéndose en un elemento primordial en la lidia. Su antigüedad data del año 1539, coincidiendo con la titulación de la villa, dada por el rey Carlos I a favor de Gómez Dávila, octavo señor de San Román.
Con estos mimbres puede entenderse la buena salud con que goza aquí la fiesta taurina. Nueve festejos entre festivales, encierros y clases prácticas. La fórmula de toda la vida en los pueblos antes de que el gigantismo se tragase la viabilidad económica escondida en plazas de hormigón, subvenciones ruinosas y empresarios piratas.
El pueblo acude en masa. La fiesta más popular. Cuando falta un minuto para comenzar, una traca revienta una sandía en el medio de la plaza. Jolgorio. El festejo puede comenzar. Un matador de toros y un novillero en el cartel con cuatro novillos. No hace falta más, de verdad. Hoy los pueblos tienen que luchar por sobrevivir volviendo a las fórmulas tradicionales.
Y vaya si pasaron cosas. Morenito de Aranda es uno de los toreros que más clase tiene del escalafón y uno de los más desaprovechados por el «establishment». Ellos sabrán por qué. Al menos, Francia lo ha rescatado. El torero burgalés, afincado en tierras toledanas, se emborrachó toreando a un gran novillo de su ganadería, Toros de Castilla, que tiene unos mimbres extraordinarios. Le acompañó el novillero local Mario Alba que comienza a dar sus primeros pasos en la profesión y probó las mieles del éxito.
El toreo hay que reinventarlo en los pueblos echando la vista atrás. En San Román de los Montes el pueblo no ha abandonado a la tauromaquia gracias continuar tejiendo con el hilo conductor que les dejaron sus mayores.
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