El toreo adolece de una metástasis incurable. La enfermedad se propagó por todos los órganos sin que nadie tuviera la mínima voluntad de poner un tratamiento a tiempo. Y el enfermo, en lugar de luchar hasta el último aliento, se dejó ir. -Un paciente con metástasis-.
La última evidencia de esta metástasis es el negro devenir de Onetoro, una plataforma que nació de una ambición desmedida. Onetoro lanzó un comunicado donde anunció que no televisará las Ferias de San Miguel y Otoño por falta de liquidez. Curioso, Madrid y Sevilla, dos plazas y dos empresas, Plaza 1 y Pagés, que comenzaron el aquelarre contra Movistar, pueden convertirse en su epitafio. Saturno devorado por sus hijos.
El comunicado reconoce pérdidas que «en menos de dos años superan los 12 millones de euros» y, lo que es más grave, «los inversores tienen la sensación de estar subvencionando el sector». Hay que recordar que el acuerdo fundacional de Onetoro con Plaza 1 está valorado en 15 millones de euros para cubrir todos los festejos de las temporadas 2023, 2024 y 2025. Entonces, ¿este acuerdo queda suspendido?
Un total de 53.504 abonados han depositado su confianza en la plataforma, pagando la factura por delante, y eso es algo sagrado. Nos surgen más dudas, ¿el calendario presentado a comienzo de temporada vincula contractualmente al operador con el abonado? ¿Su incumplimiento supone una penalización? ¿Deben devolver al abonado la parte proporcional de los festejos no emitidos?
La crisis reputacional es evidente. El comunicado es una huída hacia adelante. Culpa a todos los estamentos, exige una reestructuración como ¿industria? (já) pero no entona ningún mea culpa. El toreo, en todas sus vertientes, jamás aprovechó un invierno para dejar sus intereses a un lado y pensar en el futuro de esto.
Hay muchos temas encima de la mesa pero todo se resume en la viabilidad económica del toreo: en los pueblos, en las ciudades, en la televisión. El toreo lleva décadas en una quiebra técnica que nadie quiere asumir. No hay liquidez.
La figura del empresario/apoderado que coloca a su torero y trinca la comisión, en una concatenación de carteles descafeinados; plazas vacías para apretar en las liquidaciones; toreros que aguantan dos décadas en figura porque el toro se lo permite; pueblos que sobreviven artificialmente porque los números no salen; empresarios filibusteros que viven al margen de la ley, cuadrillas que… ¿seguimos?
El toreo sobrevivió a las crisis recientes pero la enfermedad fue extendiéndose silenciosamente sin que nadie diese con el tratamiento adecuado. La nota positiva de no haber hecho nada en décadas es que está todo por hacer. Y si el toreo no hace nada por reestructurarse, ya vendrá el ministro para dejar esto como un solar.