La carretera zigzagueaba a izquierda y derecha desde que tomamos el desvío en Cebreros. Los amplios pinares se suceden, entre grandes zonas afectadas por los terribles incendios que nos asolan cada verano. Hoy, seguramente, había que estar despidiendo a Ponce en Madrid, pero mi camino me llevó a otro lugar. Entre colinas, calles estrechas y duras cuestas: El Hoyo de Pinares está en fiestas y guarda un fuerte compromiso con el futuro de la tauromaquia. La historia se escribe en Madrid, sí, pero la vida se vive en los pueblos.
La banda municipal daba la vuelta al ruedo para dar la bienvenida al público que estaba llenando la plaza portátil. En chiqueros una seria novillada compuesta por cuatro novillos de Víctor Huertas, de preciosas hechuras, cuajados, con romana, astifinos aunque cortos de cara y enseñando las puntas, y dos de Adolfo Rodríguez Montesinos, desiguales, uno fino de hechuras, degollado de papada, el tercero, y un torito por alzada y seriedad, el quinto. El duelo se lo llevó Huertas.
Hoyo de Pinares mantiene la esencia de lo que nunca se debió perder. Pueblos que apuestan por el futuro, rematando un cartel con los novilleros punteros junto a ganaderías interesantes para el aficionado. El resultado es un espectáculo donde nadie come pipas. Cada lidia, cada muletazo, cada triunfo (y cada fracaso) tienen enjundia. Así se entiende la buena salud de un pueblo que quiere seguir siendo un pueblo.
Julio Méndez se alzó con la Piña de Oro que estaba en juego. Tres orejas como premio pero una faena, sobre todo, que dio muestras de su dimensión como torero importante. Méndez y Tramoyisto-20, de Víctor Huertas, que salió en sexto lugar, firmaron un encuentro emocionante. Una faena grande de principio a fin, bien armada y maciza, que tuvo en la entrega y la ligazón su hilo conductor. El de santacoloma embistió con una entrega y nobleza exquisitas. Fijeza, entrega y duración. Faltó, eso es cierto, humillación. Méndez incluso se desmayó, toreando vertical y relajado, fundiéndose con la clase de Tramoyisto. Hubo sones de indulto pero, con buen criterio reglamentario, el presidente se mantuvo firme. La única pega fue la espada, ahí se fueron los máximos trofeos. Lo mató al último intento.
Muy distinta fue la faena al tercero, de Adolfo Rodríguez Montesinos. De más viveza que los anteriores, tuvo más complicaciones, haciendo hilo siempre. Julio Méndez encontró el sitio perfecto para hacer del defecto virtud y apretarlo por el pitón derecho en series muy ligadas, dejando patente su oficio. Dejó una estocada arriba. Dos orejas.
El otro nombre que nos dejó la tarde fue Ruiz de Velasco. Su elegancia y su clase mostraron a un torero distinto. La forma de andar en el ruedo, siempre en torero, lo dice todo. Pero, además, con la muleta en la mano, acaricia las embestidas, compone y crea. El segundo de Víctor Huertas tuvo clase y temple y el joven novillero toreó con exquisito gusto. Siempre acertado en las distancias y los toques, imprimió personalidad y gusto. Preciosos los ayudados hasta la hombrera contraria. Otros rodilla en tierra. Media en buen sitio fue suficiente. Oreja que deja huella El quinto fue una papeleta imposible. Un toro, por alzada y seriedad, de Montesinos que se paró en el capote y midió cada uno de sus movimientos. Ruiz de Velasco tuvo los recursos para lidiarlo sobre las piernas, de pitón a pitón, para mandarlo al infierno.
Completo el cartel Iván Rejas que sorteó el lote completo de Huertas. Astifino el primero, con cuajo de utrero el cuarto. El granadino tiene facilidad con los tratos y es completo en los tres tercios pero posee más efectividad que clase. Mejor con el primero, de más clase, al que pego todo los muletazos que pudo. Un pájaro el cuarto, siempre orientado. No lo vio con la espada.
La tarde fluyó entre la emoción y el interés. Cada capítulo tuvo su argumento. Los tres novilleros fueron llevados al límite por los novillos. Una prueba de fuego para ellos mismos. La historia de la tauromaquia se escribe en Madrid, sí, pero en pueblos como Hoyo de Pinares tejemos el hilo mismo del toreo.
LA FICHA
Plaza de toros de El Hoyo de Pinares (Ávila). Tres cuartos de entrada. Erales de Víctor Huertas (1, 2, 4 y 6) y Adolfo Rodríguez Montesinos (3 y 5), el sexto Tramoyisto-20 fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
- Ivan Rejas, silencio y silencio
- Ruiz de Velasco, oreja y ovación
- Julio Méndez, dos orejas y oreja
Meritorio par de Ignacio Martín al peligroso quinto, fue ovacionado.
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