De lo que acaeció en San Martín de Valdeiglesias hay que sacar conclusiones. Novilladas así quitan el sitio a los toreros. En los tres festejos que llevamos en este circuito no hemos podido ver a los novilleros en su máximo esplendor y apenas hemos podido intuir las virtudes de los toreros que están llamados a ser las figuras del mañana.
En la primera parte del reportaje os doy mis argumentos. Quiero que los escuchéis. Porque defiendo el novillo serio, en hechuras, que sea prueba de fuego en las incipientes carreras de los toreros. Pero así no hay forma de que cojan ambiente como sí sucedió, por ejemplo, con los Circuitos de Castilla y León donde hay un puñado de novilleros funcionando.
Otra cuestión es la poca respuesta de los aficionado. ¿Acaso hay un mejor plan que una mañana primaveral viendo una novillada a precios económicos? Ni con esas. Hay que replantear la idea. No se puede dar la imagen contra la que tanto tiempo hemos luchado por desterrar: un espectáculo subvencionado que no interesa a nadie. Porque realmente no es así. Hoy, los festejos hay que encuadrarlos en las fechas tradicionales de los pueblos.
Álvaro de Chinchón y Marcos del Rincón cortaron una oreja de esta odisea. Y salieron por su propio pie a pesar de los volteretones que recibieron. Uno imposible les tocó en suerte a ambos, de Bellalucía para uno y de El uno para el otro. Dos trenes de mercancías. El segundo de Caras Blancas tuvo movilidad y permitió a Del Rincón mostrar su concepto vertical, hierático y ajustado, mientras que De Chinchón se embraguetó con el nada fácil tercero para arrancarle el premio.
Nos quedó el consuelo de que los jóvenes novilleros lo dieron todo a pesar de que una oportunidad así no sirve para nada.
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