MANUEL DIOSLEGUARDE

Las 24 horas en las que se salvó la vida de Manuel Diosleguarde

Domingo, 28 de agosto. Cuéllar (Segovia). 18:30 horas. Día grande en la villa segoviana. Seis toros de Cebada Gago para Morenito de Aranda, Pepe Moral y Manuel Diosleguarde. Cuando rompió el paseíllo nada hacía presagiar que estábamos ante uno de los días más determinantes en la temporada.

Casi tres horas después, la historia de la tarde no nos dejaba más que una interesante corrida de Cebada Gago con tres toreros tan distintos en su concepto como en el momento de su vida taurina en el que se encuentran. Morenito de Aranda, veterano y curtido en mil batallas pero que si se descuida alguno le pega un puñado que da gloria verlo; Pepe Moral, en ese dura situación vital en la que las ferias dieron paso a los pueblos; y un joven Manuel Diosleguarde, recién alternativado, que ve en cada tarde la oportunidad de cambiar su suerte.

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El toreo, como la vida, puede cambiar en cuestión de segundos. Diosleguarde estaba cuajando a placer a Caminante-16, burraco, de hechuras soberbias y de afilados pitones. Los naturales tenían trazo y hondura de privilegiado de esto. La faena fue rotunda de principio a fin. Sin fisuras. Como si llevase toda la vida y no sólo cuatro corridas de toros. Y cuando tenía todo por ganar -o que perder- se tiró encima con la espada, dejando una estocada en todo lo alto. Mientras enterraba la tizona en la cruz de Caminante, su pitón estaba penetrando sin piedad en el muslo derecho del salmantino. Como un puñal en un inerte trozo de mantequilla a punto pomada, no dejó músculo, vena o arterias limpias a su paso. Cuando el torero giró sobre el pitón, colgándose boca abajo, doblaron las campanas.

Caminante-16 rodó sin puntilla cuando llevaban a Diosleguarde a la enfermería. Dos orejas que paseó un cariacontecido Elías Martín hasta la mesa del quirófano donde la doctora Marta Pérez estaba a punto de comenzar la faena de su vida. 

21:05h. En la puerta de la enfermería, toreros y cuadrillas esperaban noticias. Cuando los toreros esperan a que la operación termine es que el tabaco es importante. Compañerismo. José Ignacio Cascón, uno de los primeros que creyeron en Manuel y hoy apoderado con el tándem Nacho Matilla y Ángel Castro, no se separaba de la puerta. Sus ojos estaban vidriosos. Hoy tocaba mirar a la cara a la parte más dura del toreo.

Gloria y drama. Triunfo y fracaso. Vida y muerte. El toreo tiene tantos recovecos que lo convierten en un misterio indescifrable. Cuando Diosleguarde sintió la gloria, el triunfo, la satisfacción de cuajar un toro a placer, la muerte acechaba en los pitones.

21:30h. Nadie sabía lo que había sucedido en la enfermería. La noticia era que lo habían estabilizado y se lo llevaban al Hospital Clínico de Valladolid para continuar con la operación. Lo que había sucedido era que a Manuel se le escapaba la vida a chorros por el muslo. Que si esa enfermería no hubiera estado en esas condiciones, que si al equipo de Marta Pérez no se hubieran atrevido a atajar la cornada como lo hicieron, Manuel no hubiera llegado al cruce con la carretera de Valladolid. 

22:00h. Mi instinto profesional me hizo pensar que algo no marchaba bien y cogí el coche para plantarme en la puerta de Urgencias en Valladolid. No pude entrar, ni falta que hizo. Había que estar cerca de la noticia y la comunicación constante con Cascón hizo el resto.

23:00h. 00:00h. 01:00h. 02:00h. No hay noticias. «Siguen operando», taladraba el mensaje como mantra.

A las 03:30h llegó la primera noticia y el motivo de tantas horas de operación. El pitón arrancó la vena y la arteria femoral. Por fin está controlado. Podemos respirar. A las 04:30h. terminó la operación. Siete horas y media desde que fue herido en Cuéllar. Más de seis horas desde que entró al quirófano del hospital. La mejor noticia era que estaba vivo.

A la mañana siguiente volvió a ser operado para sacar los drenajes y continuar con la intervención «normal» de una cornada de semejante calado. Aún estaba entubado y sedado. «Por la tarde intentarán despertarlo pero poco a poco, sin ninguna prisa», me comentó Cascón.

Y así fue. Mientras cubría la segunda de feria en Cuéllar, recibo un audio: «Marcos, ya sonríe». La voz era de emoción. Una emoción sincera de quien se ha visto a los dos lados del charco.

20:30 horas. En apenas 24 horas, Manuel Diosleguarde pasó de la gloria a la muerte y de la muerte, de nuevo, a la vida. El toro que todo lo da, también te lo quita de un pitonazo. 

Aquella tarde, en el tercio del ruedo de la plaza de toros de Cuéllar, no estaba escrito el destino de Manuel Diosleguarde.

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