La charanga calentaba motores en la Plaza de la Concordia. Ni el calor sofocante hizo que los quintos se perdieran la tradición de ir a la plaza de toros El Teso bailando los trompetazos de «Si te ha pillao la vaca, jódete», «A que te como el chocho, guarri» o el hit atemporal «Ponte las bragas amarillas que te sientan de maravilla». Este inicio que podría quedarse como anécdota costumbrista tiene importancia real: en los años previos de la pandemia los jóvenes, las peñas, los quintos dejaron de ir a los toros en Sotillo. El sol había perdido alegría y el relevo generacional corría peligro. Pero este Domingo de Trinidad todo cambió siguiendo la tendencia de jóvenes en los tendidos que vimos, por ejemplo, en los tendidos 5 y 6 de San Isidro. -La tauromaquia ética: Adolfo Martín, Sotillo y el tendido de sol-.
Aquí comienza todo. Frente a una fiesta elitista que hoy miraba a los tendidos revendidos de Jaén, vemos la tauromaquia íntegra y ética del pueblo, el toro y el torero. Sin trampas, sin portadas, sin fotos. Aquí sí que no hay vídeo, JT. Bueno sí, lo hay porque el que suscribe estas líneas quiere que la afición vea las tradiciones de los pueblos y el valor de los toreros de cuarta fila, de los que nadie se acuerda, por enfrentarse al toro de verdad sin ninguna recompensa. Repito, ninguna.
En Sotillo de la Adrada, una plaza de unos 1000 espectadores y sin callejón, se lidió una corrida de Adolfo Martín propia de escenarios mayores. Cuarto y quinto serios a más no poder. El sexto, largo como un tren. Un espectáculo para el deleite de los aficionados. De salida viva, despierta, rematando abajo. En los capotes, con recorrido, con el hocico abajo, alguno hizo el avión en banderillas. Los mejores fueron primero y segundo en el orden de lidia. Dos «Repollitos», 19 y 23, respectivamente. Y no salió el tobillero, ni la alimaña. Todos en líneas generales ofrecieron un juego noble.
Sánchez Vara y Luis Gerpe salieron en hombros. Como curiosidad, el veterano torero alcarreño tiene sus orígenes muy cerca de Sotillo de la Adrada, en Higuera de las Dueñas. Su padre, Isidro Sánchez, era de este pequeño pueblo abulense y durante años se recorrió todos los pueblos de la comarca en su ilusión de ser torero hasta que se pasó a las filas de plata. De hecho, Sánchez Vara mató allí su primer becerro con 11 años, el 8 de septiembre de 1990, un año antes de entrar en la Escuela de Tauromaquia de Madrid.
Volviendo a Sotillo, le tocó en suerte el primer Repollito, bajo, cuajado y serio. Tuvo la virtud en un pitón izquierdo por donde se desplazó con gran calidad, abriéndose en los engaños, siempre humillado. El cuarto midió en banderillas y le costó desplazarse en el tramo final de la faena. A su lote lo mató de media estocada de efecto certero y le sirvió para pasear una oreja de cada oponente.
Luis Gerpe continua con su idilio con el Valle del Tiétar. El problema llega cuando el Valle es la única salida. El paso por el Tiétar debería ser salto o abismo. A veces, creo que los que hacen las ferias grandes tienen poco ojo, les da igual lo que pase en los pueblos o tienen demasiados intereses como para poner a otro a repartirse el pastel. Ahí están casos como el de Javier Herrero al que hemos seguido en esta sección por esos pueblos de Dios, triunfando con lo más grande, dando la cara cada tarde, y que aún no ha debutado en su Segovia natal. En apenas una semana, en la capital segoviana se celebrará un mano a mano. Indignante.
Gerpe sorteó a Repollito-23, un toro de vuelta al ruedo. A las virtudes del primero de desplazarse, humillar y colocar la cara se le sumó el ritmo y la emoción en la embestida. Parámetros de bravura. Adolfo tiene que estar contento con esta reata. Los mejores momentos llegaron sobre el pitón izquierdo, sacando cada muletazo con profundidad y gran estética. Quizá faltó bajar más la mano, series más largas, pero qué más vamos a pedir a toreros que bastante tienen con anunciarse como los antiguos Gladiadores romanos. El quinto tuvo una seriedad que asustaba. Ver a un toro así en un ruedo tan pequeño sin escapatoria… hay que tenerlos bien puestos. Lo mejor fue la estocada donde el toro salió muerto de los vuelos de la muleta. Tres orejas en su esportón.
A Maxime Solera le faltó confianza. Su lote no tuvo un toro que destacase pero se dejaron. El tercero, con menos cara pero musculado y con trapío, y el sexto, largo y hondo. Lo más destacado fueron los dos puyazos de Israel de Pedro al que cerró el festejo. Por cierto, no se lució a la corrida en el caballo. Un puyazo, dejando al toro en la segunda raya y el resto, lo de siempre. Que el peor de esta ganadería fuese como estos. Que se lo pregunten a Escribano.
Sotillo de la Adrada recuperó la alegría, llenó la plaza y demostró que los toros interesan cuando hay un argumento detrás del cartel. Adolfo Martín no defraudó. No salió el toro malo y, teniendo en cuenta de que a Sotillo no viene la cabeza de camada, dice mucho del momento en el que está la ganadería.
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Ole