Artífices de San Isidro (IV). Manolo Chopera, una década gloriosa

Las Ventas, y por ende la primera plaza del mundo, ya no tenía margen de error. Después de dos años protagonizados por los escándalos y las pérdidas económicas, había que dar un golpe de efecto para revertir una situación que se comprendía insostenible. Por fin, la Diputación de Madrid optó por sacar un pliego acorde a las necesidades críticas que estaba viviendo la plaza y no una mera subasta como fue ese de infausto recuerdo de 1978. -Manolo Chopera, una década gloriosa-

Después de competir hasta el último suspiro con la oferta de Camará, el Consejo de Asuntos Taurinos, con representantes políticos de PSOE, UCD y PCE, optaron por conceder el coso madrileño a Madrid Toros SA, con el gran Manolo Chopera, junto con su hermano Jesús, al frente de los designios, al menos, las cinco temporadas siguientes.

Manuel Martínez Flamarique -San Sebastián, 1927- era más conocido en los círculos taurinos como Manolo Chopera. Desde niño vio el negocio taurino en casa. Su abuelo, don Severino artífice de la saga Chopera, y su padre, Pablo Martínez Elizondo, habían comenzado a inculcar a su familia la pasión por la tauromaquia y a cimentar un apellido que llevó a lo más alto durante más de medio siglo su vástago Manolo.

Ya maduro y con la experiencia que da ser el empresario más influyente del mundo taurino, Manolo Chopera llegó a Madrid con la ilusión de devolver toda la grandeza que habían arrebatado al coso de la calle Alcalá. La plica con la que concursó para llegar a Las Ventas era clara: calidad, promoción, seriedad y trabajo.

Manolo Chopera, Rafael de Paula, Tito de San Bernardo y Pablo Chopera, en 1988

Así lo reconoció el propio empresario el primer día después de ser nombrado en el cargo: «En cuanto al toreo, nos centramos muy especialmente en la ayuda a la Escuela de Tauromaquia y a los novilleros, y nos esforzaremos en mejorar la calidad de las sucesivas temporadas. En cuanto a planes de difusión, información y servicio al público, vamos a ser innovadores. Entendernos que hay mucho por hacer en este capítulo y probaremos las fórmulas que sean necesarias, hasta encontrar la más adecuada. Facilitaremos al máximo la adquisición de boletos, con utilización del pago fraccionado, implantación de abonos por temporada, apertura de una cuenta para la venta anticipada de abonos, en distintos bancos, donde los espectadores podrán ingresar las cantidades que estimen convenientes en las fechas que les sean más cómodas. Tendremos un servicio telefónico permanente de información al público. Editaremos un programa oficial de dieciséis páginas que llevará toda la información necesaria sobre cada corrida, con biografías de los toreros actuantes y hasta el color de los trajes que vestirá cada subalterno, para su más fácil identificación».

Modernidad y vanguardia

Medidas que hoy en día siguen estando vigentes y de una modernidad para la época que ayudó a poner al toreo al mismo nivel que otros espectáculos. También hubo encima de la mesa otras ideas innovadoras que, si no se llevaron a cabo, no fue precisamente por las ganas del empresario vasco: «Estudiamos la instalación en la plaza de dos pantallas gigantes de televisión, para información inmediata al público, repetición de las secuencias más interesantes de la lidia a la muerte de cada toro, exhibición de las reses que se lidiarán en festejos sucesivos, etcétera. El único problema de esta innovación es adecuarla convenientemente al entorno arquitectónico del edificio, pero creo que lo resolveremos bien. También tenemos pendiente negociar con los directivos del Ente Público RTVE el intercambio de información. Y por lo que se refiere a la publicidad de los espectáculos, la incrementaremos tanto en número y frecuencia, como en la imagen de los anuncios».

Si importantes fueron los cambios fuera del ruedo, también volvió la normalidad a la Feria de San Isidro. La de 1981 contó con 21 festejos y dos reapariciones de postín, la de Antoñete y Manolo Vázquez. En 1982 llegó la Corrida del Siglo con Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar con los toros de Victorino Martín. 1983 lo marcó Paco Ojeda o la cumbre del Niño de la Capea en 1985. El éxito en el ruedo se transformó en una reivindicación para los aficionados que habían huido de la plaza. La cifra de abonados con la que llegó Manolo Chopera a Las Ventas era de apenas 5.000 y la dejó en 1989 con más de 18.000. Se dice que la empresa pudo abonar toda la plaza, pero la Comunidad no lo permitió: la gente de menos recursos solo podía comprar entradas sueltas. Insuperable.

En 1986 volvió a ganar la adjudicación por un periodo de tres años y dos de prórroga. En octubre de 1989 renunció al año que le quedaba como consecuencia de las nuevas condiciones abusivas para la gestión del coso que imponía la Comunidad de Madrid. «El poder que da ser empresario de Las Ventas tiene su esclavitud. Porque Madrid no sólo es San Isidro, domingo tras domingo hay que confeccionar un cartel y hay que estar siempre a la altura de la categoría de la plaza», llegó a reconocer.

Última Feria de Otoño de Manolo Chopera, celebrada en 1989

En 1986 se incorporó en la empresa su hijo, un joven Pablo Martínez Labiano que también comenzaba a aprender y conocer los entresijos de la profesión. Su juventud y amplitud de miras le hizo incorporar cambios en la gestión. Una revolución fue el sistema informático de venta de entradas en una plaza de toros, los primeros seguros de suspensión, la grada joven, un cambio en el modelo de publicidad… Pequeñas decisiones que ayudaron a implementar un sistema moderno en la gestión de los festejos taurinos. Además, fue quien trajo a Florito de Talavera donde soñaba con ser torero. Años que, después con su hermano Óscar, le ayudaron a forjar un carácter y personalidad para que la empresa familiar continuara al más alto nivel.

La despedida de Manolo Chopera en Las Ventas fue a lo grande. La Feria de Otoño de 1989, otra de sus grandes obras, fue el colofón perfecto para una década prodigiosa con tres Puertas Grandes en tres festejos. Comenzó la gesta Fernando Cámara que desorejó al toro ‘Borrador’ de Victorino Martín, Julio Robles al día siguiente en su última salida en hombros en la capital y terminó Ruiz Miguel en su primera despedida cuando cortó dos orejas a otro toro de Victorino.

Madrid recuperaba todo su esplendor. Estamos en los albores de una nueva década. Tocaba mantener los más de 18.000 abonados que recuperó el recordado Manolo Chopera. Las Ventas es ya el mayor referente del mundo.

Los artífices de San Isidro
Livinio Stuyck, el arquitecto de San Isidro (I)
Diodoro Canorea, un terremoto en Madrid (II)
José Luis Berrocal, el año perdido (III)
Manolo Chopera, una década gloriosa (IV)

Reportaje publicado por Marcos Sanchidrián en Mundotoro: Manolo Chopera, una década gloriosa

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