Artífices de San Isidro (III). Berrocal, el año perdido

«No es que vaya a ser, es que soy ya, desde el viernes por la noche, consejero-delegado de Taurina Hispalense, SA, que es la nueva empresa de Las Ventas». Así de fuerte entró el que iba a escribir un libro entero en el anecdotario de Las Ventas. El polifacético José Luis Martín Berrocal desbancó a Diodoro Canorea en enero de 1980 como consejero delegado de Taurina Hispalense, empresa que llevaba una temporada al cargo de la gestión del coso de Las Ventas después de que ganara la subasta en el invierno de 1978. -Berrocal, el año perdido-.

Martín Berrocal fue un excéntrico empresario que tocó todos los palos. Desde aspirante a la presidencia del Atlético de Madrid, presidente del Recreativo de Huelva o dueño del Logroñés, hasta promotor de boxeo. En el toreo, fue ganadero de las divisas El Toril y Cernuño e incluso llegó a apoderar a Dámaso González o Juan Mora. Lo dicho, una pieza de colección.

Las deudas ahogaban la gestión de una empresa que había vendido su alma al diablo con un canon de plaza casi inasumible. Canorea, angustiado, cejó en su empeño de levantar el imperio que encumbró en Sevilla y Madrid como ejes de su califato. De esta forma, Martín Berrocal mitigó parte de la deuda y se convirtió en empresario de Madrid tras una negociación muy clara: «Tuve una reunión con Taurina Hispalense y accedí a entrar en la sociedad siempre que se cumpliera una serie de condiciones. La más importante de todas, ser nombrado consejero delegado, con plenos poderes, que se me dieron».

Promesas incumplidas

La revolución estaba a punto de llegar y las buenas palabras se fueron esfumando mientras pasaba cada tarde de una estruendosa Feria de San Isidro de 1980. «La cifra del canon de arrendamiento es fabulosa y sólo se puede amortizar repartiéndola en la organización de numerosos espectáculos. Así, Las Ventas será escenario de múltiples manifestaciones artísticas y deportivas, que completarán a los festejos taurinos. Y por lo que a éstos se refiere, aumentarán como piden los aficionados, y además se montarán carteles con garra, que gusten al público y le muevan a acudir a la plaza».

Nada de eso llegó a suceder. De hecho, puede decirse que el primer año de la década de los 80 se perdió en Las Ventas entre las excentricidades de su empresario. Sobre el papel, la reaparición de Manuel Benítez «El Cordobés» era el principal atractivo de aquel San Isidro pero nunca llegó. Las suspensiones fueron casi diarias, las corridas mixtas con rejoneador, matador y novillero o corridas enteras rechazadas eran el día a día de un continuo escándalo.

Así fue la Feria de San Isidro de 1980

El colmo del ridículo llegó en la denominada Feria de Septiembre que contaría con cinco festejos entre el que estaba una encerrona de Joao Moura a caballo. Hasta ahí todo normal. El rejoneador portugués no podía torear en solitario en España por un veto impuesto por los jinetes españoles, por lo que Berrocal tuvo la astucia de que en el paseíllo le acompañara un hombre -con carnet de rejoneador- montado en un burro«Si sale en burro, es por motivos simbólicos; tiene que ver con los vetadores, para que se vayan enterando», afirmaba en tono retador.

«Desde luego que sigo, hasta el final. Y en mejores condiciones, pues este año, como me hice cargo de la plaza a última hora, todo fue improvisado, mientras que ahora vamos a planificar bien la feria y toda la temporada de 1981, pues hay tiempo para ello. Si acepta mi propuesta, de la compra de los toros se encargará su compañero Alfonso Navalón. Moura, Curro Romero y Pepe Luis Vázquez -con Paula, si está bien de la pierna para entonces- volverán a ser base de la feria, pues en este momento no hay diestros más taquilleros que ellos». Aún quedó en el aire la ópera Carmen protagonizada por diestro retirados como «Antoñete, Julio Aparicio, Chamaco, quizá Manolo Vázquez, y hasta es posible que intervengan Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín» o la pista de hielo para patinaje en invierno.

Afortunadamente, la Diputación le expulsó de la plaza y volvió a sacar la plaza a concurso. La historia daría un vuelco en un solo año. Estaba a punto de empezar la época más gloriosa de San Isidro.

Los artífices de San Isidro
Livinio Stuyck, el arquitecto de San Isidro (I)
Diodoro Canorea, un terremoto en Madrid (II)
José Luis Berrocal, el año perdido (III)

Reportaje publicado por Marcos Sanchidrián en Mundotoro: Berrocal, el año perdido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *