Ha muerto un torero valiente y símbolo de una época. Miguel Báez Espuny «Litri» despertó a la España que comenzaba a salir del hambre de la postguerra y que aún se estaba recuperando de la muerte de Manolete. Su toreo tremendista y su personalidad arrolladora le hizo ser el predilecto del público que vivía con emoción unas faenas imprevisibles. -Litri y su luz-.
Junto a Julio Aparicio forman una collera que va a marcar un momento clave en la Historia del toreo: es la primera vez que unos novilleros tienen más popularidad, cobran más y mandan más que los matadores de alternativa. Tanto es así que en los años 1949 y 1950 se celebran en España más novilladas con picadores que corridas de toros. El genio Camará, apoderado de Manolete, demostró de nuevo su habilidad como gestor de carreras de toreros firmándoles más de 100 novilladas en una temporada.
Aunque la dinastía Litri considera onubenses a todos sus miembros, en realidad, Miguel Báez Espuny nació en Gandía (Valencia) en 1930. Su madre, Ángela Espuny Lozar, era natural de Tabernes de Valldigna (Valencia), aunque pronto marcharon a vivir a Huelva. Su padre, Miguel Báez Quintero, también fue torero y tuvo cierta fama en la provincia andaluza. Manolo Báez fue su primer hijo fruto de su primer matrimonio, del que enviudó. Todas las esperanzas del toreo estaban puestas en él hasta que se cruzó en su camino Extremeño, del Marqués de Guadalest, en Málaga en 1925, cinco años antes del nacimiento de Miguel Báez Espuny. La prematura muerte del joven Litri sumió en una profunda depresión al bueno de Miguel que encontró en una seguidora de Manolo, Ángela, su consuelo y su amor. La vida de novela de los toreros hizo que el primer Litri, en su lecho de muerte en 1932, hiciese prometer a Ángela que el pequeño Litri no sería jamás torero. No lo pudo cumplir.
Con apenas 17 años comenzó a dar sus primeros pasos como torero y apenas un año después (1948) se presentó en la antigua plaza de toros de Huelva donde conmocionó al personal. El ascenso meteórico llegó en 1949 con la dupla Aparicio y Litri. Rivales, distintos y, a la vez, complementarios. Si Aparicio era la clase y el clasicismo, Litri daba la sensación que sentía desprecio por la vida. Todas las plazas querían verles. La afición se dividió entre partidarios de uno y otro. La Feria de Julio de 1950 solo celebró novilladas donde siempre repetían Aparicio y Litri.
Alternativa sin precedentes
En la alternativa sucedió un hecho sin precedentes en el toreo. Valencia. 12 de octubre de 1950. Julio Aparicio y Miguel Báez «Litri» toman la alternativa de manos de Cagancho, con toros de Urquijo. Categoría máxima. En circunstancias normales, el primero en debutar con caballos tendría la antigüedad en el cartel pero se hizo una excepción. Tal era su popularidad que usaron una solución más propia de los egos de actores de teatro: poner los nombres en forma de aspa. Así, primero empezaría Julio pero terminaría Litri en la parte superior. Marketing de la marca Camará.
Su popularidad le hizo protagonizar una película en 1959: El Litri y su sombra, una de las mejores del cine taurino. En ella, recorre la historia de la dinastía Litri con gran acierto. Las escenas taurinas son magníficas porque representan fielmente la España de los 50. Las imágenes de las plazas de carros, sus gentes o la antigua plaza de toros de Huelva guardan un gran valor documental.
El litrazo tuvo el sello hierático de su toreo. Distancia, la muleta recogida, más quieto que un soldado de guardia. Cita al toro. Y en el último momento, cuando parecía imposible, saca la muleta y pega el muletazo. La plaza se venía abajo. Emoción, personalidad, valor, hombría y respeto por el traje de luces. Por el toro y por el público.
La tauromaquia pierde día a día parte de su patrimonio más importante: sus personas. Y Litri era Historia viva del toreo.
Descanse en paz.