mercadillo en sotillo

Diario de un confinado (XXXIV). Volvamos al huerto

Viernes 17 de abril. Trigésimocuarto día desde que se decretó el Estado de Alarma nacional. -Leer Volvamos al huerto-.

En el origen está la clave. Volver y pensar de dónde venimos. Solo así se puede continuar hacia delante sin perder perspectiva. Los pies en el suelo. Tierra firme. La crisis del COVID-19 probablemente traiga mucho de volver. Mirarnos a nosotros mismos. ¿Qué hicieron antes? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? Quizá volvamos al huerto, a ese pequeño pedazo de terreno de autoabastecimiento, que generaba alegrías, penas y sufrimiento a partes iguales. De momento, el Gobierno abre la mano del confinamiento al cuidado de los huertos domésticos. Después de más de un mes, dará gusto ver cómo estarán los huertos… Explotaciones familiares, destinadas al pequeño comercio que suponía pequeñas rentas para las familias. La vida de hace 50 años en la España que han mutilado. Volver, volver, volver…

Dicen que cuando pase todo esto, las que saldrán favorecidas serán las empresas tecnológicas., que esto avanzará mucho al igual que pasa en tiempos de guerra. Yo, de momento y por lo que pueda pasar, recuerdo a mi abuelo. Una mesa con unos tarros de miel, un carretillo con patatas, tomates, pimientos, lo que hubiera de temporada, en la calle La Fuente o un poco más arriba en la plazuela. La romana no fallaba un gramo. Eso sí que era tecnología punta. Cada producto había salido de sus manos y de sus costillas. Con calor sofocante, con frío, con lluvia y con nieve. Las manos, rojas, escocían por tantas horas con el azadón. El sol calentaba el cogote. Para. Se incorpora después de estar cavando el surco. Se agarra los riñones, mira hacia el cielo y se quita la boina para secarse el sudor con un pañuelo. El agua no arreglaba la sed. Un suspiro. Y de vuelta al tajo. En lo bueno o lo malo de la cosecha iba el sustento. Siempre pendiente del cielo.

Los números no cuadran

Quizá tengamos que volver a mirar al campo, a nuestros abuelos, a lo que hacían para sobrevivir. Lo del coronavirus no se va a arreglar de la noche a la mañana. Saldremos y volveremos a encerrarnos. El virus no está mutilado. Sigue en la calle. Después de un mes confinados sigue habiendo más de 5000 contagiados y 500 muertos diarios (y oficiales). ¿Qué sucederá cuando se relaje el confinamiento? Me rio de la “desescalada” -y del hortera que inventó el termino-.

Hablamos de 585 como podríamos hablar de 850. Nadie sabe la verdad. Hoy, al fin, los medios comenzaban a dudar de las cifras oficiales. La patraña es de tal calibre que está dejando a todos en evidencia.

Por cierto, apenas se habla del milagro de Portugal. 567 fallecidos y 17.448 contagiados. En total, no en un día. El gobierno de Antonio Costa, también socialista por cierto, supo verlo y protegió a su población. El primer caso se detecta el 2 de marzo, cuando en España ya hay 2.000 contagios.

El Estado de Alarma se decretó en Portugal el 13 de marzo ¡¡¡sin ninguna muerte confirmada!!! Y comenzó el aislamiento. En España, aún faltaba un día para decretarse oficialmente, y ya rondábamos los 130 muertos. Para que vean que no todo es política. Si se hubiera actuado dignamente, el pueblo estaría con su Gobierno fuese del color que fuese.

Por fin termina la semana. Agotador. La vuelta de la Semana Santa se auguraba gloriosa y así ha sido. Sin duda, este confinamiento es una prueba de fuego para el teletrabajo. Supone la confirmación de que en casa se puede trabajar incluso más y rendir mejor que en la oficina.

El agobio de no salir de casa el fin de semana ha dejado paso a una rara normalidad. La nueva normalidad que no espera en los próximos meses… y quién sabe…

Diario de un Confinado

Diario de un Confinado XX. Viernes de Dolores.
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Diario de un Confinado XXXI. Se busca extraterrestre.
Diario de un Confinado XXXII. Tezanos y el aprobado general.
Diario de un Confinado XXXIII. Talento sin paguita.
Diario de un Confinado XXXIV. Volvamos al huerto.

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