enterrador

Diario de un confinado (XXVIII). Juan Simón

Sábado, 11 de abril. Sábado Santo. Vigésimoctavo día desde que se decretó el Estado de Alarma nacional. -Lee Juan Simón-.

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron romas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
– ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo:
– No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”.
San Marcos 16, 1-7

Los días pasan sin solución de continuidad. Uno tras otro tras otro tras otro que pesan como una losa. Esa losa que están abriendo por miles cada día los enterradores, otro colectivo olvidado de esta pandemia. Como Juan Simón en la tétrica milonga de Nemesio M. Sobrevila que popularizaron Angelillo, Antonio Molina o Juanito Valderrama, tienen la responsabilidad de dar sepultura fría, rápida, sin lágrimas. Ataúdes sin duelo. Despedidas sin honra y sin respeto institucional.

Una pala, yeso, bloques de ladrillo. Maña con la pesada losa. Cuerdas, reglas. DEP. Cada puñado de arena de dentro afuera, de afuera a dentro. Silencio que no se rompe por un grito. Soledad del Camposanto. Solo el rasgar de un resillón, la paleta. Fuera el sobrante de yeso. Los enterradores tienen una compenetración total. No les hace falta hablar para entenderse. Respeto por el difunto y por los presentes. 

Oficio defenestrado. El enterrador, gente honrada, ha sido descrito maquiavélicamente en la literatura o representado en el cine como un hombre oscuro, callado, siniestro. El trabajo con la muerte trae reparos. Hoy han salido dos enterradores en TVE -por fin-, con ojeras y caras de agotamiento. Su testimonio es fiel reflejo de lo que están pasando. Algunos familiares han pedido antes de dar Santa Sepultura si podían abrir el ataúd para comprobar que realmente era su muerto. Después de días, de semanas, aguardando la entrega, no se fían, viven en una continua incertidumbre. No hay derecho.

La enterraron por la tarde
A la hija de Juan Simón,
Y era Simón en el pueblo
El único enterrador.
El mismo a su propia hija
Al cementerio llevó,
Él mismo cavó la fosa
Murmurando una oración
Y como en una mano llevaba la pala
Y en el hombro el azadón,
Sus amigos le preguntan:
¿De dónde vienes Juan Simón?
Y él enjuagando sus ojos
Contestaba a media voz:
Soy enterrador y vengo
De enterrar mi corazón.

Más gente, menos miedo

La gente está perdiendo el miedo a salir de casa. El ajetreo que llevo percibiendo desde el miércoles es evidente. Hay más ruido en el portal, el ascensor lleva más traqueteo en dos días que durante las últimas tres semanas seguidas y los coches se pasean con más tranquilidad. Una vecina hablaba por teléfono a gritos por el balcón y no me ha quedado más remedio que escuchar -no crean que soy la vieja del visillo-. “Sí, sí, yo salgo casi todos los días. Hoy he comprado aceite. Mañana no salgo porque es domingo pero el lunes voy a casa de Fulanita que vive por estas calles de atrás y no me ve nadie. Ya se ve menos policía por la calle. Uuh, me decían que no fuese a Marbella por si me paraban y no me pararon pero le dije a mi amiga oye, pues ojalá me paren y así me quedo allí”. Ese es el nivel por mucho que cada día digan el número de multas o de detenidos por incumplir el aislamiento.

El incremento de contagios y muertes desciende significativamente. Lógico. Lo raro es que se incrementase al nivel de hace dos semanas si llevamos en casa casi un mes. El lunes vuelve a abrirse la puerta a los sectores no esenciales. Vuelta al cercanías, al metro, de la gente que no tenga la fortuna de teletrabajar. ¿Alguna certeza? ¿Alguna seguridad? La gente está perdiendo el miedo a salir y eso puede provocar un efecto rebote mortal. Que termine esta pesadilla.

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