Viernes, 10 de abril. Viernes Santo. Vigésimoséptimo día desde que se decretó el Estado de Alarma. -Lee Túnicas colgadas-.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo:
– Mujer, aquí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo:
– Aquí tienes a tu madre.
Y desde aquella Hora, el discípulo la recibió como suya.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:
– Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús:
– Todo se ha cumplido.
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
San Juan, 18
Las túnicas están colgadas el Viernes Santo. Las calles, vacías. El redoble del tambor que marca el paso no rompe el silencio de la noche. Los cirios no iluminan el camino. Las saetas no duelen en las gargantas para honrar al Nazareno “Míralo por dónde viene”… Las manolas no rezan el rosario. El estandarte de la hermandad aguarda tiempos mejores. El tenebroso sonido de la carraca en la noche nos dirige a la barca de Caronte. Un destello. Es la Cruz de Guía que sigue marcando el camino.
La Semana Santa se vive aunque no haya procesiones. No me creo a las plañideras que lloran porque no está su Virgen en la calle. Tampoco me creo a los que llenan de flores la puerta de la iglesia -véase cómo está la puerta de la Capilla de los Marineros en Sevilla-. La mejor forma de honrar a la fe es haciendo lo que le gustaría a todo el santoral: estarse en casa, aguardando, respetando y colaborando para que esto pase cuanto antes. Eso también es ser un buen cristiano y amar la Semana Santa sin necesidad de golpes de pecho. Volverán las hermandades a la calle, volverán los vítores, los “guapa”. Volverá la solemnidad castellana y la grandilocuencia sevillana. Volverá, esperemos, nuestro mundo aunque quizá sea un poco distinto a como lo conocíamos. Esperanza.
Si ayer hablábamos del tiempo, del que pasa y no vuelven, hoy lo hacemos de la nostalgia. La nostalgia idealiza momentos en la memoria. ¿Realmente fueron así? Chi lo sa. Un sentimiento como un remolino que te atrapa y no te deja. La nostalgia trae la pena de no tenerlo. Alguien. Algo. La nostalgia hace suspirar. ¿Qué es un suspiro? Una bocanada de asfixia. Aire que no entra, que sale antes incluso de cruzar la boca. Un llanto sin lágrima. Una pena sin dolor.
Rey de Reyes
Seguimos repasando grandes éxitos del cine propio de Semana Santa. Rey de Reyes es una de las óperas primas. ¿Sabían que se rodó íntegramente en España? El mar de Galilea, por ejemplo, es el embalse de Cazalegas, muy cerca de Talavera de la Reina. También rodaron en Chinchón, en Almería o en Navacerrada. La bella Carmen Sevilla puso el acento español con su papel de María Magdalena. Superproducciones que ya tienen sesenta años pero que envejecen con categoría. De hecho, nada más terminar he enganchado con Maria de Nazaret, rodada en 2012 donde también repasa la vida de Jesús, y es como comparar un borrico con un caballo de los de Ventura. Disfraces de Cornejo, peinados de peluquería, escenarios de cartón pluma, planos cortos para que no se vean muchos extras… nada que ver con los magnos rodajes de los años 50 y 60.

Después cambiamos de tercio con una recomendación de mi amigo y compañero Jose Miguel Arruego, Fray Torero, protagonizada por Paco Camino. Hubo un tiempo que los toreros eran grandes figuras del momentos que salían del guetto donde estamos ahora metidos. El torero era un ídolo, un héroe. Las figuras tenían tirón más allá del ruedo y les contrataban para hacer películas. Ahí tenemos a Palomo Linares (Nuevo en esta plaza), El Cordobés (Aprendiendo a morir), El Litri (El torero y su sombra) o películas como La Becerrada con Antonio Ordóñez, Mondeño y Antonio Bienvenida que repetiría en Tarde de Toros junto a Domingo Ortega y Enrique Vera, entre otras muchas.
Viernes. Viernes Santo. Viernes de confinamiento. Viernes de cuarentena. Veintisiete días y no vemos el final ni a medio plazo. Todo son incertidumbres, dudas, titubeos. Los que dirigen nuestro camino no generan confianza. El miedo es un arma terrible.
Diario de un Confinado
Diario de un Confinado I. El coronavirus y la igualdad.
Diario de un Confinado II. Lola, Manolo, Litri y una dorada de bandera.
Diario de un Confinado III. Un cajón desastre.
Diario de un Confinado IV. Oda al teletrabajo y al sofrito.
Diario de un Confinado V. La normalidad es un milagro.
Diario de un Confinado VI. Unas cañas virtuales.
Diario de un Confinado VII. Un mitin en prime time.
Diario de un Confinado VIII. Hospital de guerra.
Diario de un Confinado IX. Sin decir adiós.
Diario de un Confinado X. La mandanga del «Caña».
Diario de un Confinado XI. La vida en una enfermería.
Diario de un Confinado XII. Ni una lágrima.
Diario de un Confinado XIII. La primavera no quiere romper.
Diario de un Confinado XIV. La purga.
Diario de un Confinado XV. Madrid te necesita.
Diario de un Confinado XVI. El aplauso de las 19:58.
Diario de un Confinado. XVII. Llover de rabia.
Diario de un Confinado XVIII. Feminismo de oficio.
Diario de un Confinado XIX. La última de la clase.
Diario de un Confinado XX. Viernes de Dolores.
Diario de un Confinado. XXI. Sánchez y el sueño húmedo de El Pardo.
Diario de un Confinado XXII. Domingo sin palmas ni ramos.
Diario de un Confinado XXIII. La Fe de Lola.
Diario de un Confinado XXIV. El poeta marginado.
Diario de un Confinado XXV. La hora de Belmonte.
Diario de un Confinado XXVI. Somos del tiempo.
Diario de un Confinado XXVII. Túnicas colgadas.