Lunes, 6 de abril. Lunes Santo. Vigésimotercer día desde que se decretó el Estado de Alarma. -Lee La Fe de Lola-.
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».
Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
San Juan 12,1-11
Los pueblos vacíos. Las playas, desiertas. El Lunes Santo se levantó triste. Parece que lloverá también jueves y viernes. Que llueva, que truene, qué más da. Este año, el hombre del tiempo no ha tenido que mentir, ¿recuerdan? Siempre la misma cantinela cuando se acerca una Semana Santa pasada por agua. “Bueno, puede llover”, “Hay probabilidad”, “A lo mejor…”, “Parece que a partir de las 18 horas del jueves puede descargar alguna precipitación”. Carajo, si lo sabes, dilo.
Los pasos no podrán recorrer su estación de penitencia. En la televisión no paran de salir risiones que se creen más importantes que la imagen divina y salen a sacar al perro vestidos con el capirote y el cíngulo. Disfrazados más bien. Algunos necesitan su minuto de gloria y demuestran con sus actos que su Fe es pura fachada.
La Fe está en esa señora, en Lola, que mira con esperanza a su virgen. O con angustia. O con dolor. Que calla y reza. Que habla con Ella. Fe en que pueda curársele lo de las piernas para volver al año que viene a la misma esquina de la misma calle donde lleva encontrándose con Ella desde que la llevó su abuela de niña. Qué fatigas, hija. En ese amor puro y sincero del que no pide nada a cambio. Ni una exageración, ni una salida de tono haciendo el chufla como los que están por la calle en tiempos de confinamiento.
El campo, el supermercado y Peter Pan
Mientras escribo el diario, aparece una Última Hora en El País: El Gobierno ultima un decreto para incorporar a parados e inmigrantes en el campo. Lo llevamos diciendo desde hace días. Hay un problema grave en el campo que puede suponer el desabastecimiento de los supermercados. Nadie lo está contando. La ciudad sigue en su mundo de Peter Pan y Campanilla, donde las manzanas crecen en la frutería, las pechugas de pollo de la bandeja de refrigerados y la leche sale del cartón de Pascual. Menos mal que los últimos anuncios salen vacas, que las cuidan mejor que a sus empleados y las acarician, eso sí, pero, al menos, algún urbanita caerá en la cuenta de dónde sale la leche.
Los lunes, por muy santos que sean, si son de confinamiento son bastantes aburridos. Ordenador, reuniones, reuniones, y llamadas. Son aburridos incluso en lo gastronómico porque hay que comerse las sobras del fin de semana. Las lentejas de ayer han cogido poso y están de chuperretearse los dedos. Además, ha caído un trozo de pancetita que había escondido y me ha alegrado la tarde.
Esperanza, amigo, esperanza.
Diario de un Confinado
Diario de un Confinado I. El coronavirus y la igualdad.
Diario de un Confinado II. Lola, Manolo, Litri y una dorada de bandera.
Diario de un Confinado III. Un cajón desastre.
Diario de un Confinado IV. Oda al teletrabajo y al sofrito.
Diario de un Confinado V. La normalidad es un milagro.
Diario de un Confinado VI. Unas cañas virtuales.
Diario de un Confinado VII. Un mitin en prime time.
Diario de un Confinado VIII. Hospital de guerra.
Diario de un Confinado IX. Sin decir adiós.
Diario de un Confinado X. La mandanga del «Caña».
Diario de un Confinado XI. La vida en una enfermería.
Diario de un Confinado XII. Ni una lágrima.
Diario de un Confinado XIII. La primavera no quiere romper.
Diario de un Confinado XIV. La purga.
Diario de un Confinado XV. Madrid te necesita.
Diario de un Confinado XVI. El aplauso de las 19:58.
Diario de un Confinado. XVII. Llover de rabia.
Diario de un Confinado XVIII. Feminismo de oficio.
Diario de un Confinado XIX. La última de la clase.
Diario de un Confinado XX. Viernes de Dolores.
Diario de un Confinado. XXI. Sánchez y el sueño húmedo de El Pardo.
Diario de un Confinado XXII. Domingo sin palmas ni ramos.