Domingo, 5 de abril. Domingo de Ramos. Vigesimosegundo día desde que se decretó el Estado de Alarma.
Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Hoy las palmas no salieron al encuentro de Jesús. Los ramos de olivo confinados se quedaron sin bendecir por primera vez desde que se tiene constancia. La alegre procesión de La Borriquita que recorre decenas de localidades tendrá que aguardar tiempos mejores.
Rojo, blanco, amarillo, verde. Los colores del Domingo de Ramos resplandecen cuando acompaña el día. Mis recuerdos llegan con el cielo azul resplandeciente. En Sotillo. La gente se pone guapa el Domingo de Ramos. No hay que perder la tradición de estrenar algo. Es uno de los días de postín del año junto con el día de la Virgen. Los pueblos tienen muy marcado su calendario sobre el que se vertebra el año.
Abuela tiene preparado su ramo de olivo para repartirlo entre sus nietos. Este ramito es el símbolo del sacrificio que tiene el olivar. Los sabañones en las manos del frío de enero, agachando el lomo para dejar el suelo limpio de aceitunas. Dale caña al harnero como el que busca pepitas de oro. Y rascar la tierra helada, fría, con la escarcha de la mañana. No se ve el olivo de al lado por la bruma del día, que se ha levantado con niebla. Después llegó la malla para evitar la tierra y luego la tecnología rural hizo del garbillo un lujo para los riñones.
Ramo de olivo. Trabajo, esfuerzo y alimento. Y mucho sacrificio.
Las lentejas, un trauma (casi) superado
Un Domingo de Ramos confinado no es un domingo cualquiera, por muy poco que sea lo que lo diferencie del domingo pasado. Vámonos a la cocina. Hoy ha tocado plato de cuchara: lentejas. He de reconocer que nunca han sido santo de mi devoción. Un trauma infantil con las monjas que cuidaban el comedor del colegio sigue latente. Dos días me quedé al comedor y dos días que me colocaron lentejas. Esas lentejas. Lentejas que flotaban en un aguachirri que sabía a rayos. Las de hoy han tenido su chorizo y su panceta para hacer olvidar viejos fantasmas. Anoten la receta porque estaban de llorar.
Cogí una olla grande, nada de exprés, me gusta que el chufchuf tenga temple y cadencia. Una cebolla bien picada, dos dientes de ajos también cortado finito es lo primero que añadimos con un buen fondo de aceite de oliva. Cuando empieza a sudar, añadimos una zanahoria, cortada en rodajas (finas o gruesas, al gusto). Que se mezclen los sabores tranquilamente. En la paciencia está el éxito del plato. En la encimara ya tenemos a los protagonistas del plato, además de las lentejas que hemos puesto en agua un poco para lavarlas y que se hidraten un poco, el chorizo y la panceta. Hay muchas variantes: morcilla, costillas adobadas… al gusto.

Cortamos el chorizo en rodajas y los metemos a la olla para que se dore bien. Ídem con la panceta, partimos la tira en cuatro trozos. Yo le he puesto de mi cosecha y le he añadido un hueso de jamón. Gloria bendita. Cuando vemos que ha cogido color, pelamos una patata y la chascamos dentro. Removemos. Pimentón de la vera, una cucharada generosa. ¡Que no se queme! Remueve con brío y alegría. Y le toca el turno a las lentejas, variedad pardina es la más recomendada. Las echamos y mezclamos antes de echar el agua. Listo. Ahora que cubra el agua y un pelín más y a cocer. Ojo, que el agua se consumirá y habrá que añadirle un poco durante la cocción. El resultado es un plato digno de cualquier palacio solariego.
En tiempo de confinamiento hay que cultivar las aficiones.
Diario de un Confinado
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