Jueves, 2 de abril. Vigésimo día desde que se decretó el Estado de Alarma. Vigésimosegundo desde que comenzó mi encierro. Hoy es uno de los días más negros de la historia de España. 950 muertos que elevan la cifra hasta los 10.003. Los días parecen semanas; las semanas, meses; los meses… Maldito marzo. -Lee La última de la clase-.
Llego al jueves casi sin fuerza. La semana me ha dejado muy tocado. Horas y más horas delante del ordenador. Desde que amanece hasta que anochece, y eso que ahora anoche tarde. Lo prefiero. Mejor estar ocupado que estar viendo el desfile de trolas que hay que tragarse cada día en la televisión.
Hoy, sin ir más lejos, han coincidido -o han hecho coincidir- el terrible número de muertes con el increíble número de nuevos parados. Entre medias, el filósofo Illa ha ido al Congreso de los Diputados a proclamar el fin de la fase de estabilización del virus para comenzar el proceso de ralentización. El número de muertos no les da la razón. Casi 1.000 caídos hoy, recuerden. Qué miedo, mañana. El número de contagios irá siempre acorde al número de los dichosos tests. Menos test, menos positivos. Eso sí, Irene Montera lleva unos cuantos. Si eres político tienes derecho, incluso, a un contranálisis. Y a las personas normales que están en cuarentena en sus casas con síntomas, sin saber si lo tienen o no. Por menos, los franceses mandaron a María Antonieta a la guillotina.
Lo que siguen ocultando los medios es la muerte detrás de las cifras. Afortunadamente, fotoperiodistas están empezando a peder el miedo a contar lo que están pasando realmente: entierros con un cura, una persona llorando y un ataúd, sepultureros separados por una cuerda de protección civil para que el familiar no se acerque. Garajes llenos de ataúdes, con una pegatina blanca con el nombre. Cientos de ataúdes, en filas interminables, con grandes refrigeradores para que aquello aguante. Ataúdes de todo tipo. Ahí donde se juntan ricos y pobres. Millonarios y mendigos. Ahí. Este es el verdadero drama que está pasando y lo están ocultando.
La que no se oculta es la “menestra” de Trabajo. La explicación que ha dado la Yoli de la diferencia entre parados por despido y por ERTE me ha recordado a la de una chica de EGB cuando la iban a tomar la lección y se había pasado la tarde anterior fumando en los bancos de la puerta del instituto. El lenguaje no verbal la delata. Y el lenguaje verbal la inutiliza para su cargo. La verborrea de la última de la clase.
Cuatro canas
He decidido no afeitarme hasta que pase el confinamiento. Jamás había estado más de quince días sin pasarme la cuchilla. Las patillas siempre tienen que estar en perfecto estado de revista. La barba nunca me gustó. Y ahora tampoco pero cada vez que me veo al espejo es una forma de recordar por qué estamos así. Lo curioso de la barba es que después de tres semanas me han salido cuatro canas por la barbilla que me han puesto de muy mala leche. ¡Cuatro canas! Y además, las jodías crecen más rápido que el resto, ahí juntitas. Estamos “endegenerando”…
El día termina con la sensación de que le han faltado horas, de que la normalidad es un estado pasajero. La vida está pasando delante de nuestros ojos.
Diario de un Confinado I. El coronavirus y la igualdad.
Diario de un Confinado II. Lola, Manolo, Litri y una dorada de bandera.
Diario de un Confinado III. Un cajón desastre.
Diario de un Confinado IV. Oda al teletrabajo y al sofrito.
Diario de un Confinado V. La normalidad es un milagro.
Diario de un Confinado VI. Unas cañas virtuales.
Diario de un Confinado VII. Un mitin en prime time.
Diario de un Confinado VIII. Hospital de guerra.
Diario de un Confinado IX. Sin decir adiós.
Diario de un Confinado X. La mandanga del «Caña».
Diario de un Confinado XI. La vida en una enfermería.
Diario de un Confinado XII. Ni una lágrima.
Diario de un Confinado XIII. La primavera no quiere romper.
Diario de un Confinado XIV. La purga.
Diario de un Confinado XV. Madrid te necesita.
Diario de un Confinado XVI. El aplauso de las 19:58.
Diario de un Confinado. XVII. Llover de rabia.
Diario de un Confinado XVIII. Feminismo de oficio.
Diario de un Confinado XIX. La última de la clase.