Miércoles, primero de abril. Decimonoveno día desde que se decretó el Estado de Alerta. Los días han adquirido una rutina casi dramática. Encender el ordenador, reunión a las 10 y conocer el número de muertos y contagiados a las 11:30. Día a día. Los datos -las personas- cada vez son más estremecedores. Seguimos en casa más de veinte días después y siguen muriendo más de 800 personas diarias. Algo no cuadra. -Lee Feminismo de oficio-.
Hoy hemos superado el caído 9.000 de esta guerra invisible y todavía no hemos visto en los medios, sobre todo en la televisión, la indignación de los familiares, las lágrimas, los ataúdes. La rabia, la indignación. Parece que no existe. Hemos cambiado el dolor por los aplausos de las 8. ¿Cómo sería nuestro ánimo o nuestro temor si en vez de un minuto de aplausos hubiera cada día, a las 8 de la tarde, un minuto de silencio por las víctimas con todos asomados al balcón? Creo que no hay nada que se deje a la improvisación. No os riáis, me refiero la improvisación en el plano de controlar los estados de opinión, los comportamientos, la información. En eso, estos son unos cracks.
Los periodistas no subvencionados están hartos. El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, cara visible en las Noticias de Cuatro durante años, ha pasado el límite de la libertad de información con la aplicación de una férrea censura previa a las preguntas que emiten cada día en sus ruedas de prensa. Por primera vez, los periodistas han firmado un manifiesto denunciando la vil traición a la libertad del Ejecutivo de Pedro y Pablo. Muy preocupante… no lo pierdan de vista.
Artistas en la improvisación son en todo lo demás. Ahí tenemos ayer, martes, cuando se cobró la cuota de autónomos y, cuando ya la tenían cargada el banco de la cuenta de tantos miles de personas que están sin saber qué hacer, les dice el BOE que aplica una moratoria del cobro en seis meses, incluido marzo. Proporcionalidad, recuerde ese mantra que tanto les hemos oído, o lo que es lo mismo, ir siempre por detrás. Moratoria, es decir, que dentro de seis meses, cuando estén los bolsillos vacíos les estarán esperando las cuotas de marzo, abril, mayo y junio. Terrible.
Esa cosa gris
Empiezo a escribir mientras preparo la cena. En días tan intensos, donde sacar tiempo para hacer la comida o la cena es un milagro, pienso en tantas mujeres que se dedicaron a sacar adelante a sus familias. Desde su casa. Mujeres que cuidaron de sus hijos, de sus padres. Que los educaron e inculcaron valores. Mujeres, madres, que lloran para dentro. Las amas de casa, la profesión más dura del mundo. Sin libranzas ni subsidio de desempleo. 7×24. Eso sí era feminismo, feminismo de oficio, y no las de la liberación de los pelos en los sobacos.
Estoy sentado delante del ordenador. Veo que algo se mueve con el rabillo del ojo. Miro y se queda quieto. Vuelvo a mirar al ordenador, y se vuelve a mover. “Tarse quieto ahí ya”. Se mete debajo del mueble de la televisión. ¿Qué es? Grisaceo, con pelo… ¡Una rata! Que no. Valiente, mete la mano. Ahí que va. Ooooogh… una pelusa con el trapío de un cuadri, rematado para Valencia, de los que iban a la Feria de Julio. Ya no te escapas. Me relaja barrer cuando me agobia el volumen de trabajo, cosas mías. Pero esta peluda estaba a punto de echar a hablar. Sabía latín y me estaba esquivando. Me hace gracia los que dicen que tienen tiempo en este confinamiento para dejar la casa como el jaspe. Aquí, los dos que somos, de sábado a sábado estamos postrados delante del ordenador casi sin poder pestañear.
Y el domingo, claro, es el día del Señor.
Diario de un Confinado I. El coronavirus y la igualdad.
Diario de un Confinado II. Lola, Manolo, Litri y una dorada de bandera.
Diario de un Confinado III. Un cajón desastre.
Diario de un Confinado IV. Oda al teletrabajo y al sofrito.
Diario de un Confinado V. La normalidad es un milagro.
Diario de un Confinado VI. Unas cañas virtuales.
Diario de un Confinado VII. Un mitin en prime time.
Diario de un Confinado VIII. Hospital de guerra.
Diario de un Confinado IX. Sin decir adiós.
Diario de un Confinado X. La mandanga del «Caña».
Diario de un Confinado XI. La vida en una enfermería.
Diario de un Confinado XII. Ni una lágrima.
Diario de un Confinado XIII. La primavera no quiere romper.
Diario de un Confinado XIV. La purga.
Diario de un Confinado XV. Madrid te necesita.
Diario de un Confinado XVI. El aplauso de las 19:58.
Diario de un Confinado. XVII. Llover de rabia.
Diario de un Confinado XVIII. Feminismo de oficio.