lluvia

Diario de un confinado (XVII). Llover de rabia

Martes, 31 de marzo. Vigésimo día de encierro. La nieve abre el día -más bien lo cierra-. Lo extraordinario deja de serlo cuando no puede afectarnos en nuestro día a día. Hoy daba igual que hubiese un metro de nieve en la calle. Los tejados y los coches estaban blancos a primera hora. Extraña indiferencia. Los copos iban dejando paso a la lluvia. Hace frío. Mañana comienza abril, quién lo diría. -Lee Llover de rabia-.

La primavera también ha decidido confinarse. Cierro los ojos y me encuentro en la dehesa, en Sotillo, verde como un tapete de billar, el agua corriendo por los surcos, riachuelos, los pilones, las charcas. Las margaritas dan un toque dorado al reflejo del sol en el campo. El cielo está azul radiante. Por los caminos, paseantes. “Ale”. Y el que pasa, levanta la cabeza a modo de saludo. No hace falta más. Por el sendero, una amapola quiere romper. “¿Morada, roja, rosa o blanca?”. La abres y nunca adivinas. Vamos a por la siguiente. Inhalo, exhalo. Qué coño, respiro.

No quiero abrir los ojos. Quiero estar allí. Quiero andar, correr, reír, gritar. Quiero formar parte de la Creación. Quiero ir de la mano de mi abuela, de mi madre, de ella. Quiero volver a soñar con esperanza.

Que el cielo llora cuando llueve es un tópico. Pero los tópicos llegan a ser un lugar común porque tienen algo de cierto. Hoy el cielo tiene motivos. 849 motivos. 8.189 motivos. Si el cielo tuviera conciencia, también echaría un trueno a modo de rabia. El filósofo Salvador Illa, el cobro de Iceta a Sánchez -todo el mundo se cobra los favores de Sánchez- llegó un día al ministerio de Sanidad sin haber pisado un hospital más que para ir a la consulta del médico. Me gusta buscar los curriculums de los políticos porque me hace pensar que el día que esto cambie, todo nos irá mucho mejor. El filósofo Illa, porque estudió Filosofía, terminó la carrera en 1989, pero ya en 1987 era concejal del ayuntamiento de La Roca del Vallés, con 21 años. En 1999, llegó a la alcaldía hasta 2005 que ascendió a la Generalidad. En 2016 lo rescató Iceta para ser su escudero-lugarteniente. Y así hasta llegar a ministro. Como ven su mérito, ni concejal de Sanidad.

El área de Sanidad, símbolo de coto privado de gestión de las autonomías -competencias lo llaman-, para un catalanista. Pura simbología. Incido en el personaje en cuestión porque hoy, día con más muertos y más contagiados de esta eterna agonía, ha dicho: «Vemos una estabilización de la epidemia”. El descenso de contagios de los últimos días donde parecía aplacarse la curva ha venido, sobre todo, el sábado, domingo y lunes. Y resulta que el martes se ha disparado. Similar caso sucedió la semana pasada. El fin de semana se reduce. ¿Quizá no será porque el número de test que se realizan también desciende? ¿Será que se incrementa la cifra el martes porque el lunes han hecho los test que no se hicieron el fin de semana? Más bien, ¿qué número de test realizan al día para computar esos positivos? A ver si van a dar un número menor porque no hay test suficientes para hacérselos a todas las personas que presentan síntomas. En fin, números oficiales difíciles de creer. Llevamos más de dos semanas confinados y el número sigue creciendo. Algo no cuadra.

Un desayuno como para ir a vendimiar

El día ha sido largo. Doce horas delante de un ordenador para empujar, para ayudar, para resolver. Las empresas necesitan un plus de todos en un momento tan extremo. Ya vendrán tiempos mejores. Volverá a salir el sol. 

Por cierto, ayer os conté que me fui canino a la cama y eso había que solucionarlo. Después de la primera reunión del día, iba a desayunar una tostada sencillita con mermelada, pero… estaba la sartén encima de la vitro. Abrí la nevera y vi dos trocitos de bacon en un sobre que había que usar así que imagínense el resto. El pan, a la tostadora. Un poquito de queso curado de base y el bacon bien hecho. ¡Qué bocado! Ya estaba listo para vendimiar o para lo que hiciese falta. 

En la calle, detrás de los cristales, suena jarrear. Parece que se va a romper el cielo de llover ahora mismo. No quiero asomarme a la venta. Total, ¿para qué? El cielo también tiene derecho a descargar su rabia. Cada día es un día menos, pero cada día somos menos. Y eso no hay quien lo soporte.

Diario de un Confinado I. El coronavirus y la igualdad.
Diario de un Confinado II. Lola, Manolo, Litri y una dorada de bandera.
Diario de un Confinado III. Un cajón desastre.
Diario de un Confinado IV. Oda al teletrabajo y al sofrito.
Diario de un Confinado V. La normalidad es un milagro.
Diario de un Confinado VI. Unas cañas virtuales.
Diario de un Confinado VII. Un mitin en prime time.
Diario de un Confinado VIII. Hospital de guerra.
Diario de un Confinado IX. Sin decir adiós.
Diario de un Confinado X. La mandanga del «Caña».
Diario de un Confinado XI. La vida en una enfermería.
Diario de un Confinado XII. Ni una lágrima.
Diario de un Confinado XIII. La primavera no quiere romper.
Diario de un Confinado XIV. La purga.
Diario de un Confinado XV. Madrid te necesita.
Diario de un Confinado XVI. El aplauso de las 19:58.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *